Evité el asterisco porque tenía un fetiche por los carácteres alfanuméricos y no podía apartar mis ojos de los ingredientes que te componían, con sus cantidades y tu información nutricional. Te cociné a fuego lento, sólo con agua y una pizca de sal, tu sabor era tan sumamente delicioso que no necesitabas ningún aditivo en la receta. Te puse en un plato de la vajilla más cara que pude encontrar en la alacena, me senté a la mesa y me recreé en cada mordisco, en cada trago de saliva mezclada con tu aroma, y no me quise lavar los dientes al terminar para retrasar todo lo posible el momento en que tu sabor desapareciese de mi boca.
Evité el asterisco y ahora me arrepiento de no haber leído la letra pequeña, por placentero que haya sido saborearte por un momento y descubrir que hay toda una dimensión oculta y paralela en el funcionamiento de mis sentidos, aunque sólo tú puedas accionar el botón para liberarla.
21 agosto 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
me encanta como has descrito el momento :)
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar