23 enero 2013

Hagan sus apuestas.

Como un caballo perdedor, avanzábamos en la carrera y nos veíamos sometidos a la derrota de la medalla de plata. Un puesto más que digno para algunos, pero que nosotros no nos podíamos permitir. Dejamos que la competición siguiese su curso y pese a no recibir los halagos de una victoria que nunca hubo, seguimos avanzando todos los metros necesarios una vez las gradas se vaciaron y no se escuchaba el griterío de aquellos que habían puesto nuestros nombres en sus quinielas. Pero esa no era ni la menor de nuestras preocupaciones. Avanzamos, corrimos y sortamos todos los obstáculos hasta que aprendimos que las verdaderas victorias son aquellas que suceden en solitario, cuando las circunstancias lo requieren e incluso cuando ninguna de esas papeletas marca nuestros nombres. Cuando no hay nadie viéndonos cruzar la meta ni los periódicos recogen nuestro triunfo.

1 comentario:

  1. "Las verdaderas victorias son aquellas que suceden (...) incluso cuando ninguna de esas papeletas marca nuestros nombres." No me puede gustar más y lo adopto como leitmotiv de vida.

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Mis gafas azules te vigilan, cuidado con lo que dices.