23 septiembre 2012
Aliados.
Domingos en los que tus mayores aliados pueden ser máquinas. Tardes en las que no necesitas más que un objeto con la capacidad de reproducir música y unos auriculares. Y desear poner el volumen tan alto que, en el momento cumbre de esa canción, te reventasen los tímpanos a la vez que te rasgases las vestiduras y te las arrancases con brusquedad. Y como un huracán destrozases todo lo que se te pusiese por delante, hasta formar un círculo perfecto de caos y decadencia a tu alrededor. Y tú en medio. En tu más pura esencia. Encogido e indefenso. Preguntándote por el sentido de la vida. Porque es domingo, y poco se puede hacer un domingo además que pensar, aunque nosotros mismos no seamos nuestros propios aliados.
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Mis gafas azules te vigilan, cuidado con lo que dices.