12 septiembre 2009

Mi frustración decorativa.

Mis planes de cambiar levemente la decoración, o más bien la colocación de los muebles, de mi habitación se ha visto frustrada debido a una malvada estantería que se vería abandonada si mis intenciones se hubiesen llevado a cabo. Y es que si por algo se caracterizan los habitantes de mi casa es por, además de no respetar mi intimidad, intentar planificar todo por mí. Por ejemplo, mi madre me obligó a cursar religión hasta 3º de ESO (siendo yo ateo desde 3º de primaria, aprox.), a ir a catequesis hasta 4º y casi puso el grito en el cielo cuando le dije que iba a hacer el bachillerato de humanidades (sabiendo ya la carrera que quería estudiar, y que era la opción preferente). Pero fijaos hasta dónde llega el grado de control, que cuando mi hermano y yo dejamos de compartir habitación (hace 5 años), no elegí un solo mueble. Estuve un par de meses viviendo en un cuarto en el que casi no se podía pasar de un lado al otro debido a que los muebles que íbamos a tirar permanecían inexplicablemente en medio -literalmente- de la habitación. ¿Haciendo qué? Joderme la vida, claro.

Cuando llegó el enorme escritorio, no tenía ni idea de cómo iba a ser. No tenía ni idea de cómo era. Se equivocaron en las medidas, y tuvieron que cortarlo para que cupiera (mi habitación no es claustrofóbica, pero tampoco espaciosa). Mis padres se pusieron en la puerta de mi habitación a observar. Les dije que me dejasen mirar, y me cerraron el pase y me dijeron, a gritos, que me fuera.

Días antes yo ya había decidido dónde iba a ir el armario. Perdón, quise decir que expresé mis intenciones de cambiar de lado el armario para que únicamente me dijeran, sin probar, que iba a quedar mal, y que se quedaba como estaba. Tócate los cojones. Total, que lo único que provocó la sabia decisión de mis padres por no dejarme decorar a mi gusto mi habitación fue que la estantería con mesita de noche se quedase al lado del armario, y al lado de la cama. Todo junto. Que, con el enorme escritorio que también queda justo al lado de la cama, hace que hacer la cama sea casi una misión digna de película de acción (en realidad se hace perfectamente, pero con tanto obstáculo parece un videojuego).

¿Por qué saco a relucir ahora todo esto? Pues porque se me ha dado por dejar de lado mi época de síndrome de Diógenes revistil, y he estado tirando muchas cosas, muchas revistas, muchos papeles inservibles que mi mente enferma pensó que podría necesitar. Por ejemplo, ¿para qué necesito el borrador de mi examen de Publicidad de primero de carrera? ¿O para qué necesito una Vogue de 300 páginas que compré por salir Victoria Beckham en unas 10? Como si fuese una adolescente esquizofrénica, arranqué todo lo que me interesaba de esa y otras publicaciones, y mis cajones vieron reducida su ocupación bastante drásticamente. También tiré algunas cajas, bolígrafos sin tinta guardados en tales cajas, y demás artilugios cuya existencia mi mente había borrado.

Acto seguido se me dio por cambiar de sitio la ex-mesita de noche al hueco del escritorio que hace esquina, donde colocaba la papelera. Ahora donde estaba la mesita, a espera de que mi padre se digne a hacerme más estantes en la mini-estantería, coloco el calzado en el suelo (creo que ya lo mencioné en otra entrada, en mi casa no acostumbran a guardar el calzado en las habitaciones y, cuando yo lo hago, se dedican a quitármelo sin permiso. La elección de armarios tampoco facilita las cosas), a la espera, sucesivamente, de que terminen de una vez el puff, que no tiene suelo y la tapa no está fija, y lo tengo muerto de risa ocupando espacio sin ser usado, para que una vez terminado pueda guardar mi calzado dentro*.


· A la izquierda, una minúscula parte del escritorio (encima de él hay 2 estantes). A su lado, la cama. A la derecha, la estantería, a cuya derecha está el armario. Donde yo quise ponerlo sería la pared desde la cual está hecha la fotografía ·



Pero claro, no podemos hablar de re-decoración, o re-colocación, pasando por alto mi aborto de contribución frustrada: el armario. Me decidí a probar a ponerlo donde yo siempre quise, en la pared del interruptor de la luz y mirando en frente de la cama, para así pasar la antena de la televisión por detrás del armario y no tener que hacer maniobras cirquenses si estoy viendo la televisión y quiero abrir el armario (o mi madre, debido a las grandes ventajas de que tu armario sea donde se guarda la ropa para planchar y, en tales días, te entren diez veces en quince minutos, siempre sin llamar, por supuesto). Cual fue mi owned cuando recordé que la estantería está atornillada al armario.

Total, que ayer le dije mis intenciones a mi madre, cuando ya había cambiado de sitio la mesita y recolocado el calzado. ¿Cuál fue su reacción? La que debió haber tenido hace 5 años cuando con toda mi buena y lógica intención quise hacer las cosas a mi manera y se me impidió. ¿Y qué se puede hacer ahora? Nada, porque aunque desatornillase la estantería y cambiase de sitio el armario, no tendría donde ponerla, ya que en el único sitio donde podría es imposible porque toca con los 2 estantes individuales de la pared. Vaya, que estoy condenado a vivir en mi no-habitación hasta que encuentre un trabajo con el que me pueda permitir un alquiler. O sea, hasta los 40.

*Tranquilos, es normal que no hayáis entendido nada en este párrafo. Más bien, es normal que no hayáis entendido nada en absoluto en esta entrada.