23 diciembre 2008

De caminos mal alfastados.

Cuando la última hoja del último árbol de la alameda se caiga, tu sueño se cumplirá en realidad. Pero ojo, para que esto suceda, la primera hoja del primer árbol todavía no puede haber comenzado a crecer. Te preguntarás por qué te hago esta faena, pero sé que algún día me comprenderás. Lucharás duro por conseguir aquello que te propongas, lucharás con todas tus fuerzas. Lo sé, no me mires así, lo sé; el anhelo nunca es suficiente. Hay factores que, más quisiéramos, no podemos controlar para que se materialicen los sueños, ni las realidades, ni nada. Pero, hijo mío, de eso trata la vida, y cambiarle el sentido a estas alturas sería como intentar arrancar lo más intrínseco de ti, reemplazarlo por ideales opuestos y fingir que nada ha cambiado. Aunque al fin y al cabo, y quizás por eso es que los polos opuestos se atraen, las ideas contrarias son en el fondo una misma cosa, únicamente cambian sus circunstancias particulares.

Derrama tus lágrimas,
(derrama gotas de sangre si hace falta,)
invierte toda tu energía,
rechaza los primeros bocetos,
perfecciona tus ideas,
elabora un producto digno.


Espero que no malinterpretes mis intenciones. Si por algo me caracterizo, y lo sabes, deja de mirarme así, es por que no soy una mala persona. No pretendo que el dolor sea la causa última, sino que, en caso de que se produzca, sea sólo un camino necesario -evitable siempre que se pueda- para lograr una satisfacción personal. Así que coge tu abrigo, recorre las calles de esta ciudad, que para algo es tan bonita, y vuelve a visitarme. Y cuando vengas, quiero que hayas aprendido algo de todo lo que te he dicho. ¿Lo harás por mí?

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